7 oct 2011

Un bandido más

Es jueves y tengo ganas de salir, como todos los jueves. Los jueves son los nuevos viernes para gente como yo, demasiado impaciente como para esperar al día siguiente. El jueves pasado salí también, pero con un motivo más sensato que la impaciencia: era cumpleaños de una amiga. Sin embargo, por cansancio o por inercia, la reunión acabó temprano. Hora de dar rienda suelta a mi imaginación, hora de empezar la noche. Como no hay lugar para demasiada imaginación en esta ciudad de monotonía y mismas caras, me dirijo hacia Larcomar: templo de vestidos cortos y alcohol ridículamente caro. ¿Será que el trago tiene un ingrediente secreto que ayuda a que tanto feo esté rodeado de chicas linda? Probablemente eso sea producto de su gorda billetera, en realidad. ¿Será que el ingrediente ayuda a que esas chicas lindas puedan bailar en diminutas faldas y abusivos tacones cual espectáculo circense? Tal vez, porque yo no puedo.
Yo aparezco más linda que de costumbre como para no pasar desapercibida, pero con mis botas chatas para poder bailar hasta sudar la gota gorda sin encontrarme con 4 nuevos callos al día siguiente. Y al que no le guste, que no me mire. Hago mi entrada triunfal; para lo cual ayuda el aire que entra de la terraza, ondeando mi pelo hacia un lado; pero no reconozco a nadie. Mis amigas están aún afuera, esperando al amigo del amigo que las hará entrar. Yo soy socia -por ironías del destino- y como no me gusta esperar, entro sola y campante como quien vuelve a casa, buscando alguna cara conocida. No encuentro a nadie. Me detengo un momento cerca de la barra, observando cada movimiento, percibiendo cada emoción, respirando la energía blanda que emerge del ambiente. Pero soy un ser social, necesito interactuar, sino me quedaría en casa bailando sola al ritmo del General. Me acerco a un box. Box. Caja. 2 sillones y una mesita, un Whisky etiqueta negra en el centro y varias latas de Red Bull. Caja. ¿Caja porque nadie entra? ¿Caja porque nadie sale? ¿Caja porque transporta algo? ¿Por qué se llama Box? Cosas que nunca entenderé. Me acerco a dicho Box.
-¿Les molesta si me uno?- pregunto.
-¡No, claro que no!
-Mis amigas están afuera, las estoy esperando.
-¿Quieres un trago?
-Mi nombre es Susie. Bueno.
Creo que soy inmune al ingrediente secreto, porque aún con botas chatas me canso a la tercera canción.

Aquel jueves terminó a las 5 de la mañana, después de mucho bailar, conversar y pasarla bien. Alguien ofreció llevarme a casa, pero considerando que ya tendrían demasiado ingrediente secreto en las venas, el cual muy poco probablemente los ayudaría a manejar mejor, preferí irme en taxi. Hubiera preferido irme en helicóptero con un piloto miope que irme con quien ofreció llevarme, así que la opción del taxi no me sonaba tal mal en el momento. Llegué sana y salva. Hoy, jueves nuevamente, tengo ganas de salir.

Después de buscar compañía entre mis contactos del Facebook y telefónicos, descartando posibles ilusos ilusionados que puedan pensar que busco más que simple compañía, decido subirme a un taxi y dirigirme hacia Miraflores. Camino un poco, observo otro tanto, e ingreso a una discoteca gay. Qué mejor lugar para encontrar personas interesantes que una discoteca gay. Después de recorrer el lugar y conversar un poco con un chico lindo, sumamente extrovertido y totalmente homosexual; me siento en el área del lounge, sola, a tomar mi cerveza. Observo. Una chica muy guapa, de ojos grandes pintados con rímel negro haciendo que luzcan aún más grandes, se encuentra hacia la izquierda. Su pelo es largo, negro, lo acaricia de rato en rato. Se encuentra inmersa en su BlackBerry. A un metro de distancia un chico, casi un niño. Parece tímido, está solo también, tomando su cerveza, pero emite un aire de inseguridad. Tiene el pelo anaranjado, un tanto alborotado, y unos lentes grandes indie que quisiera tener. Se encuentra inmerso en su celular. Pienso: tan cerca y tan lejos. Están a un metro de distancia pero probablemente ni siquiera se han mirado desde que llegaron al lugar. Me pongo de pie, me acerco entre traviesa e intrépida, y me siento entre ambos personajes.
-Tanta gente con quien conversar, y ¡cada uno metido en su celular!
Risas. Nos hicimos amigos.

A cierta hora, me pareció que era momento de pasar a la siguiente etapa de mi aventura. Me despedí de mis nuevos amigos y busqué un nuevo taxi que pueda llevarme a Larcomar por un precio razonable. Esta vez, las puertas de la terraza de Aura estaban cerradas, por lo cual mi entrada no fue tan triunfal como en las películas. Inmediatamente, me encuentro con un amigo, quien me presenta a un par de amigos más. Me voy a dar una vuelta, recorro el territorio como quien entra en confianza, y me encuentro con mi nuevo amigo del jueves anterior. Se encuentra en el mismo Box, con la misma gente, usando la misma casaca, probablemente hablando de los mismos temas y riéndose de los mismos chistes. Me mira sorprendido, pues me había dicho que esa noche no saldría a bailar. Lo saludo con una gran sonrisa y sigo mi camino. Él es un bandido más de la noche, yo solo la paso bien. Vuelvo al grupo de mi amigo, contenta de ser quien soy, de buscar lo que busco, esperando al día siguiente para darle un beso a mi novio y agradecerle al mundo el haberlo encontrado. Noche de bailar, noche de reír. Y vuelvo a casa.

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