24 dic 2011

5 minutos en la mente de Alondra

Dos copas de cristal sobre la mesa redonda del comedor. Alondra se asoma por la puerta entreabierta de su habitación. Sabe que debería estar dormida ya, sólo los adultos han ganado con los años el derecho a estar despiertos a horas tan altas como las once de la noche. Escucha murmullos que provienen de la cocina, deben ser papá y mamá.

Papá es un hombre fuerte e influyente, al mando tanto de su empresa como de su hogar. Sus amplios pantalones y barba entrecana exhalan un aire de arrogancia y temperamentalidad de nueve a cinco, mientras en casa evocan el sostén y la confianza de Papá Noel.

Hace mucho calor. La ciudad de Londres es blanca hoy, pues está nevando hace tres días; pero en casa hace mucho calor, y Alondra no puede dormir.
-Vuelve a la cama, si te duermes pronto, amanecerá más temprano-.

Cinco minutos, o una vida, después Alondra mira la enorme pared blanca en la cual se ha quedado fijada hace demasiado tiempo. Respira de manera rápida y entrecortada. El impacto inicial ha pasado, y ahora sólo queda la embriaguez que sigue a un estado tal de angustia y desorganización. Por fin entiende lo que ha venido ocurriendo hace tanto tiempo, ahora entiende cosas que el entorno la obligó a desplazar hacia el agujero negro que resultó ser su inconsciente. Su mente empieza a despejarse como el cielo abandonado por las nubes después de una noche de tormenta. Ha vuelto en sí.

-Tal vez siga estando loca- piensa.
-Tal vez los locos sean ellos- refuta.
En tanto, observa cómo se acerca lentamente la enfermera de turno con su medicación diaria. Las luces vuelven a apagarse para Alondra… pero esta vez no habrá retorno. Esta vez no hay marcha atrás.

Feliz Navidad.