Hoy estaba sentada en un parque cerca a mi casa, disfrutando un poco de la vista y del sol. Un niño, una niña, una bici de rueditas, un scooter. Un Golden moviendo la cola, feliz. El jardín verde, brillante, como invitándonos a disfrutar de un cálido picnic primaveral. Florcitas rosadas, rojas y amarillas. Por esto vale la pena esperar a la primavera, por sentir este frío-calor del viento y del sol. Una tarde linda con mi Coca-Cola.
A lo lejos, caminando hacia mi, veo a un chico. Tendría 15, 16 años a lo mucho. Un adolescente. Camina hacia mi con sus jeans chorreados y su polo holgado. Serio, moreno, con la mirada fija y el ceño fruncido; como entrando a batalla. Me llama la atención su modo de caminar entre agresivo y decidido. Mientras se aproxima, dejo lo que estoy haciendo y levanto la mirada. Él, sin detenerse, se inclina hacia la altura de mi oído y me dice: "¡Guapa!" Sigue su camino, como si nada hubiera pasado. Yo me río suavemente. Pienso que este mocoso tiene más cojones que cualquiera de mi edad.
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