Amores de verano. De esos que vienen y van. Esos que quitan
el sueño y aceleran la respiración, hacen latir el corazón y dejan un gustito a
inocencia. Ese niño que robaba tu mirada a los diez, cuando un insulto cariñoso
significaba más que un beso. Al que esperabas a tu lado al escuchar una canción
lenta, y bailar junto a él era suficiente. Ese amor del que no esperas nada
porque no sabrías ni qué esperar, porque no sabías qué era amor, porque no
sabías qué era dolor. Todo sonrisas, todo peleas, todo inocencia, todo te amo.
Y eso era amor, esos amores de verano, y la siguiente semana
me gusta otro chico, y ¿quién te gusta? Me gustas tú. Y no te hablo hasta el
siguiente domingo. Y la máxima expresión de este amor ciego y loco era eso, un
me gustas, ¿quieres estar conmigo?, quisiera pero mi hermana dice que soy muy
chica.
Amores de verano, no hace falta tener diez, se puede tener
veinte y conversamos y parece que te conozco hace mucho. Y fuimos novios en
vidas pasadas, y te regalo una sonrisa si me das tu corazón. Y te pienso a cada
instante, y todo pierde sentido si no estás. Y de nuevo ni siquiera un beso, es
todo miradas, risas, amor de verano.
Y luego piensas que se acabaron, que es cosa de niños, ya
estás muy grande para soñar. Que el
príncipe no viene, que mi corazón se hizo de piedra, que a estas alturas se
piensa dos veces, se duda y asusta y no te miro más. Y viene tan tierno con su
alma de diez, su mirada inconstante y esa sonrisa, ay, esa sonrisa. Esa sonrisa
que no conoce aún un no. Y te pierdes, y vuelves a soñar, y tu mirada lo sigue
a pesar de la razón, e invade tu mundo como una ola traviesa y persistente a la
cual no tiene sentido intentar detener; te rindes, ya no luchas, y lo disfrutas
y lo vives y respiras y lates y todo adquiere sentido. Y despiertas y ya se
acabó. Porque son amores de verano. Esos que no pasan de un me gustas. Esos que
nos vuelven a 1996 y mañana me olvidé de pensarte. Ese amor que no regresa, ese
amor que viene de paso, ese amor sin importancia que cabalga a través de tu
historia tan sutil que ni lo sientes, tan discreto que nada cambia, pero deja
un huella impregnada en tu mundo, que te saca una sonrisa
15 años después.